Cuando a un pensamiento
se le da demasiada importancia se llega a convertir en un hábito. De esta
forma, si el pensamiento es negativo puede desencadenar un mal hábito de
pensamiento. Imagínate que, desde que te levantas hasta que te acuestas, tienes
un megáfono diciéndote lo mal que lo haces todo, lo torpe que eres… ¿Cómo te
sentirías? Es posible que nos sintiésemos tristes, apáticos, o incluso
enfadados ¿verdad? Lo que no tenemos en cuenta es que el cómo nos sentimos
depende de nosotros mismos. No obstante, con este ejemplo, el megáfono se
encuentra fuera, por lo que seríamos más conscientes de su presencia, pero
imagínate que ocurra dentro de nuestra cabeza, la mayoría de las veces de forma
inconsciente y por ello, más difícil de detectar. Qué tortura ¿no? Pues esto
ocurre más de lo que se piensa.
He aquí los 4 hábitos de
pensamiento más destructivos:
·
La
generalización: “no valgo para nada”, “toda mi vida es un asco”. Usar
términos absolutistas como “nada”, “nunca” o “siempre” y generalizarlos en
nuestra vida, nos limita a la hora de buscar oportunidades y aprovechar nuestra
valía. Reflexiona un momento: ¿Realmente nunca haces nada bien? ¿Realmente toda
tu vida ha sido un asco?
· Las etiquetas: “soy un
desastre”,” soy un/a vago/a”, “soy un/a tonto/a”... ¿Sabes qué ocurre cuando
nos etiquetamos a nosotros mismos? Que al final nos lo creemos. Por ello es
importante quererse para seguir adelante y no creernos algo que no somos. No
digo que en ocasiones se tenga una conducta torpe o vaga, pero es eso, la forma
de actuar, no hay que aplicarlo a la forma de ser.
·
La
visión catastrófica: “ya verás cómo no me saldrá bien”, tener una
visión negra de nuestro porvenir o de cómo nos va a surgir, es adelantarse de
forma innecesaria a los acontecimientos. No contribuyas a que salga mal con tu
mala actitud, vista al frente y adelante.
·
La
autoexigencia: los “debería” o los “tendría que”. Cuando nos exigimos
demasiado a nosotros mismos dejamos paso al estrés, la ansiedad y el
sufrimiento. Por ello es importante centrarse en el “quiero” y en el “puedo” y
dejar el “tengo”. Cuando nos imponemos algo como una obligación al final no se
realiza con las mismas fuerzas y ganas.
Realmente no nos damos
cuenta de que somos nosotros mismos quienes nos auto-criticamos y nos limitamos
en muchas ocasiones, y esto puede afectar gravemente a nuestra autoestima,
llegando a ser víctimas de nuestras propias acusaciones. No tenemos que
culparnos por la forma en la que pensamos, es aprendido y forma parte de las
experiencias que vivimos; pero darse cuenta de ellos es el primer paso para el
cambio.
Por: Lucy