Una de tantas, se reunieron los mandatarios de aquella ciudad y dijeron; veamos que fe tiene este hombre en su Dios.
Cogieron a ese predicador y su familia: su hijo, su hija y esposa y los metieron en un foso de tierra ya preparado.
Las gentes de esa ciudad gritaban: "muerte al predicador". Los mandatarios le daban a elegir y le decían: o niegas a ese tal Jesús o te enterramos vivo a ti y tu familia. Después de algunos minutos de gran silencio, se escucha la voz de la más pequeña de la familia, "papá, papá Dios nos esta esperando".
El varón de Dios expone su ultima predicación, rechazando la petición del pueblo. Los enterraron vivos sin escuchar grito alguno. A los pocos años; cientos de personas que gritaron "muerte al predicador", se convirtieron a ese Jesús que ellos rechazaban con gran furia.
Escrito está, lo que el hombre sembrare eso recogerá. Ese hombre de Dios sembró algo más que una semilla, sembró su propia vida y la de los suyos, y recogió cientos de hermanos para toda la eternidad.
Dios bendiga a hombres y mujeres como este predicador, que un día leyeron en (San Mateo. 16.24.):
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su Cruz cada día y sígame".
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su Cruz cada día y sígame".
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