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lunes, 29 de junio de 2015

Un toque de Su gloria

Él viene para restaurarnos
Si hay un texto en la Biblia con el que se pueden describir algunos miembros, sin duda alguna ese texto sería: “Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte” 
Salmo 22:15

Los tiestos son trozos de recipientes, vasijas quebradas de barro que se modelan luego de que se rompen para tratar de reutilizarse en fines diversos. Estas vasijas de arcillas de barro, precisamente por el material del que estaban hechas, no poseían demasiado valor en lo económico. El salmista se vale de esta figura para hacer referencia a aquellos que son considerados como algo sin valor, como vasijas de barro sin mucha importancia, arrojados por ahí como tiestos, como algo común, ordinario, desestimado y que no sobresale. Ese eramos nosotros para cuando Dios en su misericordia nos hizo volver a la realidad de su gracia y a la comunión con su Espíritu Santo.

Cuando el Espíritu Santo empieza su trato, levanta nuestra autoestima, trae a nuestra vida el poder de la sangre de Cristo que limpia el alma y quita la piedra oscura de la condenación que oprimía nuestras entrañas. El alivio que se experimenta es indescriptible cuando te sientes libre y perdonado de tus errores. Al igual que el buen samaritano, el Espíritu Santo “Vendó nuestras heridas, echándoles aceites y vino, nos llevó al mesón y cuidó de nosotros” (Lucas 10:34, parafraseado). Por su palabra trajo a a nuestras vidas textos como los siguientes:

“Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé…” (Isaías 43:4) “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionara hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6) Y la estocada final lo logró con el siguiente texto:

“Bien que fuisteis echado entre los tiestos, seréis como alas de paloma, cubiertas de plata y sus plumas con amarillees de oro” (Salmo 68:13) Con esta escritura el Señor levanta los ánimos alicaídos. Él estaba asegurando su amor y su proceso restaurador de tiesto roto a “Paloma con alas de plata y plumas de oro”. En la Biblia la plata es símbolo de purificación:

“Como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces” (Salmo 12:6) Al requerir ser purificado, Dios así lo hizo. Igualmente el oro es símbolo de lo más apreciado, de valor y de importancia. Con esto se estaba asegurando que nos transformaría y que nos haría alguien de mucho valor para Él. Y así ha sucedido, pues lo que un día comenzó continúa aún hoy. En razón de esto, puedo entender y comprender tus sentimientos de derrota, de impotencia y de fracaso. Tal vez Satanás te ha susurrado al oído que no eres nadie, que no mereces estar donde estás y hacer lo que haces. Sí así es el caso, el Señor te dice hoy y ahora que aún él tiene un propósito contigo y que le resultas de mucha utilidad. Como sucedió con Juan, Marcos y con tantos más, también puede suceder contigo. La última palabra sobre nuestro potencial para Dios la tiene él y nadie más. En este momento te puede resultar útil ir a tu cuarto y pedirle al Espíritu Santo que te revele su presencia y que te haga útil para el reino de Dios. De seguro él lo hará y “Levantará tu cabeza porque Él es tu gloria y tu escudo” (Salmo 3:3-4).

Un toque de su gloria que cambia
Debemos tener pasión en nuestras vidas: Seguir conociendo más y mejor al Espíritu Santo como persona. No busquemos sólo su unción, sino su gloria. Verás, la unción es el poder manifiesto del Señor sobre nuestras vidas, en tanto que su gloria es su presencia que cambia y que transforma. La unción no cambia el corazón de los hombres, pero su gloria sí lo hace:
“Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. (2ª Corintios 3:17-18).

La unción y la gloria
La unción es indispensable para la realización del ministerio al que el Señor nos ha llamado. La efectividad de dicho llamado dependerá en gran manera del toque de la unción de Dios que tengas sobre tu vida. Pero su gloria, es lo que nos ministra de forma individual, lo que nos llena, nos cambia. Su gloria es su rostro, su comunión e intimidad. Es cuando él comienza a revelarnos sus atributos, su esencia, su carácter, lo que es, lo que hace y lo que siente. Su gloria son sus aspectos más íntimos que 
Él revela a aquellos que se apasionan en conocerle. Su unción es su poder manifiesto para “Pudrir todo yugo” (Isaías 10:27), es su dedo y su mano que sana, libera y bendice (Lucas 9:1-2; 11:20). Para que su unción venga deberás ser lleno de su presencia; pero para que venga su gloria será necesario que aprendas a “morir a ti mismo” (Lucas 9:23; 1ª Corintios 15:31). Cada toque y cada encuentro con Él son para cambiarnos. Querrás ya no perder tu tiempo en simplezas y bagatelas, sino que desearás estar en plena comunión con el Espíritu Santo, meditando y aprendiendo de su Palabra la que te llevará a conocerle aún más.


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