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viernes, 11 de septiembre de 2015

VENCER CON EL BIEN

Este es un relato acerca de un hombre de avanzada edad, quien estaba instruyendo a su nieto sobre los asuntos de la vida.

Él le dijo: “Soy testigo de cómo una terrible pelea se lleva a cabo dentro de mí, es una pelea sin tregua entre dos bandos. Un bando es malo y lo conforman el odio, la envida, la ira, el resentimiento, la vanagloria, el orgullo, la vanidad, la codicia. El otro bando es bueno, y en él están el amor, la bondad, la paz, la esperanza, la humildad, la confianza. Ésta pelea no sólo se está ejecutando dentro de mí, sino también, dentro de toda persona”

El niño cavilando sobre el tema, preguntó: ¿Quién obtendrá la victoria?
A lo que su abuelo respondió: El que Tú escojas alimentar.

Amigo (a), hermano (a) aunque ésta no es una parábola cristiana, podemos hallar una gran realidad en la humanidad. Hoy, examinemos nuestras vidas y veamos la gran batalla interna que se está llevando a cabo dentro de nosotros, y veamos a que bando estamos alimentando más.

Veamos la palabra de Dios: "No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. Antes bien, «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta.» No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien. Romanos 12:17-21 (NVI)

Pablo en estos versículos, sin duda, nos habla acerca de éste punto, del conflicto interno que nosotros tenemos. Somos testigos vivientes de esta guerra en nuestra mente. Como ya se los he mencionado, la batalla principal la llevamos en nuestras mentes. Es allí donde germina el odio, la ira, la vanidad, la codicia, el rencor y demás, todos estos sentimientos son alimentados y su influencia radica en la maldad que mueve este mundo. Es aquí, en la mente, donde se lleva a cabo esta atroz batalla sin tregua, y si no ejercitamos nuestras vidas con la intimidad con Dios, o en su Santa Palabra, o no nos llenamos de su Santo Espíritu, sin lugar a dudas seremos vencidos.

¿Qué podemos hacer para hallar la victoria en esta batalla?
¡Busquemos ser llenos del Espíritu Santo, y alimentemos nuestras vidas con su Santa Palabra! 

Todos hemos pasado, y algunos pueden estar pasando, momentos muy difíciles, situaciones que nos desalientan y entristecen, ya sean enfermedades; problemas financieros; problemas en sus hogares, entre esposos o entre hijos. Como en casi todos los casos, estos problemas impiden nuestra correcta devoción a Dios.  Si esto nos detiene, si esto nos paraliza, estamos dejando que el mal nos venza. Estamos permitiendo que el mal nos desvíe de la voluntad de Dios, estamos permitiendo que el enemigo detenga las bendiciones que Dios tiene para nosotros.

Al acontecer esto, hemos permitido el endurecimiento de nuestros corazones. ¡Cuán peligroso es esto! Ya que esto produce que nuestra mente, no esté acorde a la voluntad de Dios. Al permitirle al enemigo que tome ésta iniciativa en nuestras vidas, y las mismas al encontrarse fuera de la voluntad de Dios, de nuestro corazón comenzará a germinar lo contrario a la voluntad de nuestro Dios, lo contrario a la Palabra de Dios; lo contrario al perdón: el rencor; lo contrario a la humildad: el orgullo, lo contrario al amor: el odio, lo contrario al sometimiento a Dios: la rebeldía hacia Dios.
En lugar de glorificar a Dios, lograremos que otros blasfemen el nombre de Dios por nuestro andar. 

¿Permitiremos que suceda esto?
De ninguna manera, tenemos que alimentar el Espíritu dentro de nosotros.
¡Dejemos que Él tome el control de nuestras vidas!
Andemos por el Espíritu, sólo así saldremos victoriosos.

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