Paginas

domingo, 12 de julio de 2015

DIOS RECHAZA A LOS RENCOROSOS

"Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de buey engordado donde hay odio" (Proverbios 15,17).

El odio es el sentimiento más destructivo de nuestra vida, es el cáncer del alma. El odio solo hace daño a una persona: a quien lo cultiva no al que hizo el mal. El odio injuria al odiador, nunca al odiado.

Nadie puede estar bien por mucho tiempo solitario, desanimado, ansioso, temeroso, resentido o disgustado. Y cuanto más intensos y más duraderos sean estos estados afectivos tanto peores serán los efectos en su salud. Por eso dicen que el amor es indispensable para la salud. Este concepto tiene ya plena confirmación científica.

El odio es peligroso, no solamente por lo que puede resultar en otros sino también por lo que causa en nosotros. Los que más nos perjudican no son los que nos odian, sino aquellos a quienes nosotros odiamos. El odio consume nuestro tiempo, pensamientos y energías y nos destruye física, emocional y espiritualmente. Por cada minuto de odio, perdemos por lo menos un día de felicidad.

Mientras odiemos a una persona, ésta tendrá poder sobre nosotros, podrá hacernos desgraciados toda la vida y podrá quitarnos la bendición de Dios. Pero si le amamos, le haremos perder este poder.

Cuando odiamos a una persona le conferimos poder sobre nosotros; sobre nuestro sueño, sobre nuestro apetito y sobre nuestra felicidad. Nuestros enemigos bailarían de gusto si supieran cómo nos preocupan. Nuestro odio no les causa ningún daño; en cambio, trasforma nuestros días y noches en una pesadilla infernal. Odiar a alguien es otorgarle demasiada importancia, es colocarse por debajo de él.

El que odia es un asesino y un suicida. Asesino porque mata al prójimo con su odio y suicida porque se destruye así mismo ya que, el odio a quien primero lastima es al corazón del que lo nutre, es como el ácido en el recipiente de aluminio, perjudica más al envase que lo contiene que al objeto sobre el cual se vierte.

"Cuando perdonamos, nos liberamos de los amargos lazos que nos unen a quien nos hizo daño".

Leyendo la Sagrada Escritura, vemos desde el principio que Dios es amoroso en extremo: es un ser eterno, perfecto, todopoderoso, sin necesidad de absolutamente nada. El Señor comprende tus emociones; exprésale lo que sientes y si ofendes, acude al perdón. No debes reprimir la ira porque si es persistente te puede provocar enfermedades, obstaculiza tu relación con Dios, afecta negativamente tu vida emocional y te esclaviza impidiéndote sentir paz y gozo en tu corazón.

Practica también el dominio propio sobre las pequeñas situaciones con paciencia y comprensión hacia otros, así te fortalecerás, pero sobre todo sigue la luz del Señor.


"Porque no nos ha dado Dos espíritu de cobardía, sino de Poder,
Amor y Dominio Propio" (2 Timoteo 1:7).

"No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque el enojo se anida
al seno de los necios" (Eclesiastés 7:9).



No hay comentarios.:

Publicar un comentario