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miércoles, 15 de julio de 2015

FALTA DE LUZ

Isaías 50:10-11
Definitivamente vivimos días de tensión, inseguridad, ansiedad, desatino, pobreza y desesperanza. Son tiempos que para los que que tenemos fe en lo eterno, se presentan como un desafió a depositar confianza en nuestra única esperanza, en Dios. La realidad de Dios es ciertísima, sus evidencias se hacen notorias. En boca del profeta Isaías las palabras divinas nos dicen: “Cercano esta a mí el que me salva”, “... he aquí que Jehová el Señor me salvará”.

La expresión “EL QUE ANDA EN TINIEBLAS Y CARECE DE LUZ”. Es una expresión que bien podríamos contextualizarla a nuestros días. Todos estamos careciendo de energía que produce la luz, literalmente estamos en tinieblas. Un matutino indicaba días atrás diciendo “El país está apagado”.

Esto trae consigo una serie de dificultades, que ya con la costumbre hemos aprendido a acallar y asimilar como propio, pero la verdad es que cada vez que desaparece la luz un aire de tensión e inquietud embarga a la gran mayoría de habitantes. El nerviosismo, las maldiciones y desesperanza son propias cuando carece la luz. El libro “Informe de un espía” datado en 1845, el autor comenta de la vida en la villa de Santo Domingo de Guzmán diciendo: “Uno de los mayores problemas por las noches es la oscuridad en sus calles, ya que por falta de recursos no se puede comprar aceite para los faroles”. ¿No te parece conocido!
a más de cien años adelante?

Quiero comentar algunas realidades que suceden por la carencia, la falta de luz:

I. OSCURIDAD COMO SINÓNIMO DE PECADO
La luz material, para nuestros tiempos, se hace imprescindible. Mucho se mueve a base de la energía eléctrica. Las fabricas, las clínicas, las casas, en fin muchas cosas.

Pero dejemos por instante este tipo de problemas a un lado. Mas bien quiero puntualizar sobre una luz mucho más poderosa y que deja una estela luminosa más arraigada en la gente que la requiere.

Me refiero a la luz del testimonio e influencia social. A aquella proyección que cada persona irradia en su entorno. Jesús hablando de la influencia de Juan el Bautista dijo: “Era una antorcha que alumbraba...”. La vida del misionero David Livingstone en África se resume así: “Su aporte fue tan significativo que a la fecha su luz no se apagado...”

Mirándolo así, algo mucho más profundo está sucediendo en lo interno de nuestra sociedad. Ciertamente estamos careciendo de la verdadera luz. Toda la crisis surge por falta de un liderazgo consecuente, por la inexistencia de un fondo moral. Más que cargos importantes, faltan referentes. Falta faros que marquen el rumbo de los extraviados. Y al no haber luz Isaías sentencia: “ ... se anda en tinieblas”. Y andar sin luz es andar a topetones, con peligro de caídas.

Visto de este modo, podemos visualizar densas tinieblas rodeando nuestra sociedad. Hay tinieblas en lo referente a moral y ética. Las obras de las tinieblas ya son tan evidentes, que al parecer la mayoría ya las toma como algo natural.

Esas tinieblas se expresan en una moral relajada, donde lo malo tiene connotaciones de bueno. Vemos un crecimiento asombroso de males, frutos de la oscuridad. Esto en el terreno sexual, en la política, en los deportes, educación y otros. Que muchas veces no vale la pena mencionarlas, esto en obediencia al Señor que dice: “Ni nombres lo que ellos hacen en la oscuridad”. La enseñanza del mensaje de Cristo es claro. Cuando miramos el corazón humano vemos lascivia, codicia, odio, orgullo, enojos y celos que son destructivos. Esto está en el corazón humano, y a esto la Escritura lo llama pecado.

El efecto del pecado, de acuerdo con Jesús, no se manifiesta en dolor, pobreza o en el deterioro corporal, sino más bien en las facultades destronadas, en los amores indignos, los bajos ideales, y un espíritu brutalizado y esclavizado por la oscuridad.

Definitivamente, densas nubes de oscuridad rodean nuestro ambiente. Estamos faltos de luz, y esto produce desbordes. Muchos malos hacen en la oscuridad lo que no se atreven a hacer cuando hay luz. Toda obra maligna se vincula a las tinieblas.

Bíblicamente hablando, la luz se identifica con los que hacen la voluntad de Dios, y la oscuridad de los distantes del Reino de Dios. Por ello cuando se hace referencia a los discípulos de Jesús se les sentencia diciendo: “Ustedes son la luz del mundo...”

II. COMO PROYECTAR LA LUZ EN LA OSCURIDAD.
Cuando la luz se proyecta pone en evidencia su efecto. Puesta en un lugar alto para que los demás vean la luz. Especialmente aquellos que están extraviados en un mar de oscuridad. Así lo enseño Jesús.

No se nos requiere otra cosa que no sea brillar. Recuerdo a un niño cantar una melodía que dice: “Esta es mi pequeña luz, la dejaré brillar... Brilla en el sitio donde estés”. Y precisamente es ello, dejarla brillar, no ocultarla. Posiblemente le traerá problemas, ya que para muchos es preferible la oscuridad, para así ocultarse y fabricar toda clase de maquinaciones perversas. No importando el costo, tenemos un llamado a brillar, a penetrar con luz en la oscuridad..

Eres luz en la oscuridad cuando eres antagónico a las obras de los malos. Es decir, veracidad en medio de la mentira; honestidad en medio de la corrupción; fidelidad en medio de la infidelidad; sensatez en medio del desequilibrio. Esto no es otra cosa que ser contracultura a lo que para muchos ya es natural. Como cuando decimos “ya estamos acostumbrados a estar sin luz”.


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